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ólo había que escuchar al pobre Puigdemont para ver los efectos terribles que produce en el cerebro el mantenimiento de la mentira durante décadas

DELIRIOS DEMENTES

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter Sólo había que escuchar anoche al pobre Puigdemont para ver los efectos terribles que produce en el cerebro el mantenimiento de la mentira durante décadas. Ese infeliz, en su atribulado discurso victimista, apenas era capaz de decir nada que tuviese el más mínimo asomo de realidad. Todo en esa mente perturbada era ficción, todo en su atropellada diatriba eran invenciones de bulto, como un Don Quijote separatista dispuesto a subirse en Rocinante para embestir a los malandrines castellanos, disfrazados de molinos de viento. El choque de trenes se ha producido, y las consecuencias aún tardaremos un poco en verlas.

Rajoy se decidió, por fin, a aplicar el artículo 155 de la Constitución, pero en un formato de mínimos: no se suspende la autonomía, sino que simplemente se destituye a Puigdemont y a sus consejeros, y se convocarán elecciones en los próximos seis meses. Nada de meter a los sediciosos en la cárcel, y nada de hacerlos comparecer ante la Justicia por los gravísimos delitos que han cometido. Los ministerios se ocuparán de las áreas que hasta ahora gestionaban las consejerías, y por tanto los Mossos de Esquadra pasarán a depender del Ministerio del Interior.

Este acontecimiento, que no tiene precedentes en la historia de España, demuestra por sí solo el absoluto fracaso de las autonomías. Unos entes fundamentalmente inútiles, carísimos, que pagamos los ciudadanos con nuestros impuestos y que no sirven más que para engordar el número de políticos, enchufados, amigos de, etc., quitando competencias que son fundamentales para el Estado, como por ejemplo la educación. Sin una educación transferida a Cataluña, ayer no habría miles de energúmenos en la calle protestando por algo que, sencillamente, se ajusta a la legalidad vigente. Son varias generaciones educadas en un odio cerval a España.

Hoy es necesario echar la vista atrás. Recordar cómo se hizo la Transición y cómo se pergeñó la Constitución, regalando a los enemigos internos de la Patria el concepto de nacionalidades, origen del problema que hoy tenemos. Hay que recordar el Pacto del Majestic, en el que Aznar, el adorado líder de la derecha, entregó a Pujol la cabeza de Vidal Quadras, impidiendo a la Guardia Civil poder actuar en las carreteras catalanas. Hay que recordar que durante décadas, se ha permitido un apartheid institucional contra todo lo español, empresarios multados por rotular en nuestra lengua común, niños adoctrinados desde su más tierna infancia enseñándoles una historia de España burdamente, obscenamente falseada y manipulada. Hoy estamos viendo las consecuencias.

Rajoy acierta al aplicar el 155, eso es evidente. Ha hecho lo que durante meses le hemos reclamado en este programa; si lo hubiese hecho entonces, cuando los sediciosos daban sus primeros pasos en esta sucesión de delirios dementes, hoy Puigdemont no sería un mandarín envalentonado y dispuesto a la inmolación colectiva de su gobierno, sino un preso más en Alcalá Meco. Porque los golpistas, los que atentan contra la sagrada unidad de España, tienen que estar entre rejas, no basta con encarcelar a unos títeres que si salieron a la calle fue porque otros (entre ellos Puigdemont) les alentaron a hacerlo. Pero ya vemos que el poder es siempre atrevido con el débil, y casi siempre cobardón con el fuerte.

Hoy pretendemos arreglar con un artículo de la Carta Magna lo que han generado cuarenta años de mentiras del Sistema. Caurenta años de ficciones consentidas, de agravios permitidos, de agresiones no repelidas, de insultos no contestados, de reivindicaciones sin sentido a las que se dio cuartelillo. Los gobernantes que hablaron catalán en la intimidad, o que prometieron aceptar todo lo que saliera del Parlamento de Cataluña, hoy miran los toros desde la barrera, y nadie les pide cuentas. Pero este choque de trenes tiene un origen y una explicación; y sin tantos años de renuncias cobardes y de traiciones colectivas, hoy no tendríamos la Patria hecha pedazos.

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