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Diario YA


 

ESPAÑA O CONSTITUCIÓN

Rafael Nieto. De la misma manera que, incomprensiblemente, entre la Patria o un partido político, la mayoría de los españoles elige, sin dudarlo, a su partido, los tiempos actuales nos dejan la paradoja inaceptable de que, entre España o la Constitución, una inmensa mayoría de nuestros compatriotas elige lo segundo. Sin darse cuenta, unos y otros, de que sin España no habría Constitución, de que sin España no habría partidos políticos a los que votar. Y no solamente eso, sin darse cuenta tampoco de que son precisamente esta Constitución y casi todos los partidos del arco parlamentario los que están liquidando España poco a poco, pero sin descanso.

Como decía Gustavo Bueno, la identidad de España existía incluso antes de ser nación. En su imprescindible "España invertebrada", Ortega y Gasset señalaba, recordando a Isabel de Castilla y a Fernando de Aragón, que "la unión de ambos reinos se hizo para lanzar la energía española a los cuatro vientos, para inundar el planeta, para crear un Imperio aún más amplio. La unidad de España se hizo para esto y por esto". El eximio pensador Marcelino Menéndez Pelayo acuñó aquella frase: «España, martillo de herejes, luz de Trento, cuna de San Ignacio, esta es nuestra grandeza y nuestra unidad, no tenemos otra. El día que volvamos a perderla volveremos a la época de los arévacos o de los vetones".

Una de las razones por las que la mayoría de los españoles prefiere la Constitución a España, y admira más al partido al que vota que a la nación de sus ancestros, es porque no sabemos ni entendemos lo que es España. Y ese desconocimiento, o esa incapacidad para entender, se debe básicamente a una ignorancia supina de los intelectuales que más y mejor han glosado lo que es la esencia de nuestra Patria. Ramiro de Maeztu escribió en 1931 lo siguiente: "El problema de Cataluña no se resolverá sino cuando los talentos catalanes heroicamente decidan hacer suyos los destinos de España. Un catalán no podrá conocer nunca la historia de su país sin saber la de España".

Hoy, en 2017, personajes tan siniestros y aberrantes como Puigdemont u Oriol Junqueras siguen siendo los mejor valorados para la mayoría de los catalanes, según el último sondeo del CIS. Esas cientos de miles de personas que han sido burda y groseramente manipuladas durante las últimas décadas, personas a las que se ha robado el conocimiento de la verdad histórica desde las instituciones públicas, hoy están indefensas ante la mentira, y se han creído un cuento inventado por traidores o dementes. Pero todo eso se sabía perfectamente cuando se redactó la Constitución de 1978.

Eso que ahora se llama "los consensos básicos de la Transición", de los que al parecer procede la Carta Magna de aquel año, consistieron en ocultar y negar lo que es y lo que ha sido siempre España. Consistieron en esconder en los libros la batalla de Covadonga, la de las Navas de Tolosa y la de Lepanto, en decir que el descubrimiento de América fue un exterminio de nativos por parte de unos Reyes fascistas, y en promover la especie de que el concepto de nación, como luego dijo ZP, es discutido y discutible, y por tanto pueden ser naciones Murcia, Almendralejo y Orejilla del Sordete, por poner sólo tres ejemplos. Y, por tanto, con más razón aún, Cataluña y Vascongadas.

Sólo robando durante décadas a los españoles quién fue Blas de Lezo, escondiendo en los libros de texto las hazañas de Gonzalo Fernández de Córdoba, o enmerdando con falacias la memoria de nuestros mejores hombres, como José Antonio Primo de Rivera, hemos podido llegar hoy, en 2017, a la esquizofrenia de que la mayoría de los españoles prefiera, entre España y la Constitución, lo segundo; y entre España y su partido, su partido. Pero entonces no nos lamentemos de lo que nos está ocurriendo ahora, porque, por mucho que duela la frase, nos lo tenemos muy bien merecido.

Rafael Nieto,
director de Sencillamente Radio, en Radio Inter

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