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Diario YA


 

Pablo quiere conquistar el voto católico utilizando la imagen del Papa, de quien dice que «rema en la misma dirección que Podemos». Ole y ole

Pablo Oxford, Francisco Cambridge

Laureano Benítez Grande-Caballero. La Moncloa bien vale una Misa. Es algo que sabe perfectamente el Sr. Turrión, quien, en su desquiciada ambición de poder, va adoptando mil y un disfraces, como un Mortadelo cualquiera, acomodándose camaleónicamente a todos los escenarios y auditorios para arañar votos incluso a las audiencias hostiles a Podemos: se quita la guayabera para desmarcarse de Venezuela, condena el último asalto a una capilla de la Universidad, habla de «patria» sin tapujos, se declara socialdemócrata… Ahora amenaza con ir a por los votantes de más de 65 años.

¿De qué se disfrazará, para conseguir atraer a este electorado que le es hostil? ¿De jubilata pasodoblero de Benidorm? O sea, que ya no va de «Chuky» por la arena política, porque se ha transmutado en Peter Pan de última generación. Su último y más pasmoso disfraz ha sido el de monaguillo del Papa Francisco, metamorfoseándose en socialcristiano para así intentar capturar el voto católico. Lo nunca visto: el Némesis del Vaticano disfrazado de sacristán. Cosas veredes.

El idilio del Coletudo con el Papa viene de lejos, sin embargo. Todo empezó cuando jaleó con entusiasmo el discurso de Francisco en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, elogiando su denuncia de la burocracia europea y del excesivo poder de las multinacionales. En una entrevista en «20 minutos» manifestó nuevamente su admiración por el Papa, diciendo que «Me llama la atención estar tan de acuerdo con él». Ole y ole. En otras apariciones en los medios de comunicación, ha reiterado su sintonía con el Pontífice, soltando perlas cultivadas de una escandalosa hipocresía, como cuando manifestó ―cuando se le preguntó si creía en Dios―que se identifica «con buena parte de las cosas que está diciendo últimamente su representante en la Tierra», el cual «dice cosas muy sensatas».

En «El Hormiguero» llegó al clímax, pues llegó a decir que está «a muerte con el Papa» (sic). Hace ya tiempo que manifestó su deseo de conocer a Jorge Bergoglio ―el Sr. Turrión le llama siempre por su nombre de pila―, en el Vaticano o en Vallecas. Guiado por esa ilusión, ha escrito una carta a Roma ―como quien escribe a los Reyes Magos―, y se ha difundido en los medios que Francisco le recibirá en audiencia el próximo 10 de setiembre. No es difícil ver en esta noticia ―aireada en plena campaña electoral― un espúreo interés electoralista, utilizándola para atraer voto católico, pero la verdad es que el Vaticano no ha contestado, y que la fecha de ese supuesto encuentro es totalmente falsa. Además, el Papa nunca rechaza a nadie para una audiencia, aunque se trate del anticatólico Sr. Turrión.

Pero la joya la dejó caer cuando se atrevió afirmar que el Papa «rema en la misma dirección que nosotros». Ahora resulta que, además de una Misa, la Moncloa también vale una buena remada. O sea: Tú a Oxford y yo a Cambridge ―que vienen a ser como el Boston y California de la famosa película―. Total, que cualquier día de estos los podemitas montan una regata con el Vaticano en el Manzanares, en el estanque del Retiro, o en el lago de la Casa de Campo. No me digan que no será un espectáculo pasmoso ver en una barca a okupas, rastafaris, vakerosrotos, feminbolleras, niñatos pijoprogres, guayaberos y perroflautas, mientras que en la otra rema que te rema un pelotón de purpurados con sus mitras y fajas cardenalicias. Pero remeros tienen de sobra los podemitas para esta sano hermanamiento con la regata del Vaticano, pues un 40% de los votantes de Podemos se confiesan católicos. Ole y ole.

¿Qué dice el Vaticano ante tantas chorradas? ¿Qué dice la Iglesia ante las mentiras y estupideces de este neroniano personaje, que dice que asaltar capillas es «un ejemplo a seguir», que lleva en su programa electoral un conjunto de medidas con las que su banda pretende perseguir a la Iglesia por tierra, mar y aire? ¿Qué dice la Conferencia Episcopal Española ante tantas amenazas de incineración por parte de los remeros de la izquierda atea, ante tantas blasfemias ―por cierto, los podemitas quieren despenalizarlas… ojo al dato―, tantos sacrilegios, tantas profanaciones, tantos insultos y amenazas, tantos ataques al catolicismo?

¿Habremos de entender su silencio como una misericordiosa forma de poner la otra mejilla, disculpando los pecadillos de juventud de esta chusma del inframundo? Querían asaltar los cielos estos avernícolas, puño en alto, a capilla asaltada, a Coño Insumiso procesionado, a monja violada, a Ramadán felicitado, a Navidad ninguneada, a Semana Santa marginada, blasfemia va, blasfemia viene… Y ahora a Roma asaltada, como quien okupa un patio maravilloso o una capilla universitaria; a Vatikano remado, poniendo en el Tíber sus embarcaciones piratas, su regata bucanera matriculada en el Caribe venezolano, que rema inframundo arriba,

Averno abajo… rema que rema hacia las catacumbas, hacia el progrom, hacia el holocausto, hacia la persecución. Imaginemos la siguiente escena: España está ardiendo; el Coletudo se asoma al balcón de su Palacio de Invierno y, al son de su lira ―después de proclamar que España, por fin, ha dejado de ser católica―, canta la Internacional, mientras sus endriagos exterminadores barren las calles de cualquier vestigio católico; mientras en la arena de cualquier circo, de cualquier capilla, de cualquier hemiciclo, lobos, leones y chacales del universo podemita dan un sangriento espectáculo de blasfemias y sacrilegios para solaz del Sr. Turrión y sus centuriones. Y de quien les manda.

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